El cineasta amuzgo Ismael Vázquez Bernabé llegó el 2024 al Festival Internacional de Cine de Morelia para presentar Hilando sones, ópera prima cuyo propósito es darle voz a su comunidad y mostrar que es importante conservar la cultura a través de la cosmogonía, la visión y la reflexión de un joven que busca reconectar con esas raíces mientras le abre la puerta al mundo sobre el mismo.
El realizador habló con Crónica Escenariosobre su filme. Una de las piezas clave en el proyecto es el hilar, oficio que Ismael conoce y captura con su madre. “Prácticamente nosotros, cuando fuimos niños, usamos prendas de telar de cintura y la mamá es la encargada de nosotros”, expresó.
“Entonces crecemos debajo de su telar y a partir de ahí se generan las primeras miradas para la vida o de nuestros problemas existenciales y entonces decidí contar la historia desde debajo del telar de mi madre, que es donde se presentan muchas preguntas que, ahora de adultos, se me han complicado un poco de responder también y que intentamos responder aunque a veces son más complejas y no se tiene una respuesta sencilla o simple”, añadió.
En San Pedro Amuzgos, el “pueblo de los hiladores” donde el director creció, la infancia se vive bajo el telar. Mientras Zoila teje, escucha las primeras preguntas existenciales de su hijo. A través de la urdimbre de su conversación, descubrimos tres tramas: la de la propia Zoila, la de Donato, el violinista más famoso del pueblo, y la de Lorenzo, su heredero. Son historias de sones y danzas, de hijos y padres, y de los hilos que los juntan.
UNA PROPUESTA DISTINTA SOBRE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Aunque muchos documentales ya hablan de las tradiciones y los pueblos, el cineasta buscaba hacer algo distinto. “Algo que se ha explotado mucho en nuestras comunidades indígenas en proyectos audiovisuales es que mucha de nuestra vida es música, danza y todas esas cosas. Eso no es mentira, es verdad. Sí hay mucha fiesta, mucha vida en nuestras comunidades, pero también lo que pretendo con este documental es mostrar otras cosas más importantes”, apuntó.
“Intenté un poco romper con los estereotipos que se tienen sobre nosotros, pero claro, sin incomodar tanto al espectador, sino realmente para que nos vean más como personas complejas, como alguien que siente, se preocupa, que es feliz y es alguien que tiene un propósito y sueños en la vida”, complementó el joven documentalista.

LA IMPORTANCIA DEL AMUZGO EN EL FILME
Una parte importante en Hilando sones es el uso del amuzgo para narrar este reflexivo relato, algo que Vázquez resaltó. “Es súper importante en nuestra vida y creo que fui la última generación en la cual todavía había escuelas para mestizos, hablantes del español e indígenas”, comentó.
“Entonces, estaba un mismo patio, pero se dividía en dos, entre los mestizos y los indígenas. Fui violentado físicamente, emocionalmente, y entonces no sé si fue algo bueno o algo malo, pero mi madre decidió meterme a estudiar a la escuela que era solo para hablantes en español, porque hablaba bien el amuzgo”, siguió.
El realizador dio más detalles sobre el proceso: “Aprendí el idioma de una forma que considero un poco ruda, donde hubo mucha discriminación, violencia física y emocional, y entonces crecí una gran parte de mi infancia cuestionándome, ¿por hablar una lengua indígena merezco discriminación o violencia?”, dijo.
“En la universidad pude trabajar un poco esos temas y darme cuenta que hablar una lengua indígena o no indígena no significa algo malo, sino simplemente algo muy rico que intenta compartir una distinta forma de entender o de nombrar el mundo”, aseveró el cineasta.
“Creo que eso es lo más importante de esta diferencia, que el otro puede compartir contigo. Por eso, para mí fue muy importante que la película se hablara, si era posible, el 100% en mi lengua indígena, que tiene varias cosas que compartir con el mundo para romper nuestro complejo”, agregó Ismael.